La tensión entre el papa Francisco y la poderosa facción ultraconservadora de la Iglesia católica en Estados Unidos está en niveles máximos.
El pontífice decidió esta semana desalojar de su residencia en el Vaticano al cardenal retirado estadounidense Raymond Leo Burke, abiertamente crítico con su gestión.
Ambas acciones suponen otra vuelta de tuerca en la pugna ideológica entre el Papa, que promueve una visión más abierta e inclusiva de la Iglesia católica, y los sectores ultraconservadores de la institución, que apuestan por una aplicación estricta de sus doctrinas e ideas tradicionales.
Analizamos lo que ocurrió y qué hay detrás de todo esto.
El cardenal Burke
Raymond Burke, una influyente figura en la Iglesia católica, criticó abiertamente y en varias ocasiones al papa Francisco, posicionándose como una figura central en la resistencia ultraconservadora dentro de la institución.
Su oposición vocal a diversas iniciativas papales, especialmente aquellas que abogan por reformas progresistas, así como su desacuerdo con el enfoque progresista del Papa en la doctrina y práctica de la Iglesia, han sido una importante fuente de tensión en los últimos años.
Burke, de 75 años, desafió abiertamente el enfoque del Vaticano sobre cuestiones como su postura hacia la comunidad LGBTI -más abierta durante el papado de Francisco- o el papel de los laicos en los asuntos de la Iglesia
También participó en movimientos católicos ultraconservadores que disputan abiertamente la dirección establecida.
Como respuesta, Francisco decidió desalojarlo de su apartamento en el Vaticano y revocar su salario, una medida que no tiene precedentes en la década de papado del argentino.
“Burke fue castigado después de 10 años acosando a Francisco y tratando de situarse como una autoridad moral superior al Papa“, indica a BBC Mundo la teóloga y abogada canónica estadounidense Dawn Goldstein, especializada en la Iglesia católica.
Una fuente del Vaticano, por su parte, explicó que la decisión no fue un castigo personal y se basó en la creencia de que una persona no debería disfrutar de privilegios cardinales mientras critica al jefe de la Iglesia.
El obispo Strickland
El pasado 11 de noviembre, el papa Francisco destituyó al obispo Joseph E. Strickland de la diócesis de Tyler, Texas, después de que este se negara a renunciar a raíz de una investigación del Vaticano.
La investigación, que determinó irregularidades en la administración de las finanzas por parte de Strickland, concluyó que no debía continuar en el cargo.
“No se encontró criminalidad, solo mala gestión. En el caso de cualquier otro obispo, no habría sido destituido“, afirma Goldstein.
Para la teóloga, el motivo real de la destitución del obispo fue su oposición abierta a Francisco.
“Strickland no solo estaba gobernando mal su diócesis, sino que también pasaba una cantidad excesiva de tiempo en internet pidiendo a los fieles que desoyeran al Papa y acusando al pontífice de socavar el depósito de la fe, que es la fe transmitida por Jesús a través de los apóstoles”, expone.
Goldstein argumenta que realizar tal acusación “es en efecto declararse en cisma con respecto al Papa”.
“Y, si además era un mal administrador, es perfectamente comprensible que el Papa quisiera que Strickland se fuera”, concluye.
Nombrado por el difunto papa Benedicto en 2012, Strickland lanzó una serie de ataques contra los intentos del pontífice de actualizar la posición de la Iglesia en temas sociales y de inclusión como el aborto, los derechos de las personas transgénero y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
El eclesiástico ha sido particularmente activo en las redes sociales, utilizándolas a menudo como plataforma para expresar su desacuerdo con el actual jefe del Vaticano.
Precisamente esta semana, el eclesiástico anunció la apertura de su propio canal de YouTube en el que previsiblemente tratará de amplificar sus puntos de vista sobre el catolicismo.
El papa Francisco
Hay que remarcar que las acciones disciplinarias del papa Francisco con el cardenal Burke y con Strickland son administrativas y no penales. Ninguno de los dos ha sido acusado de un delito.
“Pero ambos han demostrado a su manera que no han actuado como corresponde a un obispo, que está llamado a actuar solamente en unión con el Papa, nunca contra él”, indica Goldstein.
Y agrega que “la respuesta ideal sería el arrepentimiento y la humildad por parte de cada obispo, por el bien de la unidad de la Iglesia bajo el Papa. Pero si eso realmente sucede o no, depende de Burke y Strickland”.
En todo caso, el papa Francisco ha mostrado de forma cada vez más abierta su oposición a los sectores ultraconservadores de la Iglesia católica.
El pontífice señaló directamente al ala dura de la institución en EE.UU. durante una reunión con jesuitas en una cita de jóvenes católicos en Lisboa (Portugal) en agosto.
“En Estados Unidos la situación no es fácil: hay una actitud reaccionaria muy fuerte. Está organizada y moldea la pertenencia de la gente, incluso emocionalmente”, afirmó.
“Ustedes han estado en Estados Unidos y dicen haber sentido un clima cerrado. Sí, este clima se puede experimentar en algunas situaciones”, les dijo a los presentes.
Y sentenció que cuando “la ideología reemplaza a la fe, la membresía en un sector de la Iglesia reemplaza la membresía en la Iglesia”.
El Papa invitó a sus críticos a comprender que “hay una evolución apropiada en la comprensión de las cuestiones de fe y moral” y que es “inútil” mirar hacia atrás.
Como ejemplo, alegó que hace siglos algunos pontífices eran tolerantes con la esclavitud.
Este tipo de comentarios han alimentado, entre los ultraconservadores de la Iglesia, una profunda desconfianza -cuando no oposición abierta- hacia su liderazgo.
El ala dura de EE.UU.
Tanto el cardenal como el obispo a quienes el Papa aplicó medidas disciplinarias se alinean con el cada vez más poderoso sector de línea dura dentro de la Iglesia católica en Estados Unidos.
En este país de más de 330 millones de habitantes, los católicos representan aproximadamente un 20% de la población y, según estudios, existe un cierto equilibrio entre el número de fieles con posiciones progresistas y quienes defienden ideas conservadoras.
La jerarquía eclesiástica estadounidense se compone de 434 obispos activos y retirados, entre ellos 16 cardenales.
Y, cada vez más, el alto mando de la Iglesia católica en el país se adscribe a la línea dura, defendiendo las doctrinas tradicionales de la institución frente a los intentos de reforma en liturgia y moralidad del Vaticano bajo el liderazgo del Papa argentino.
“No sé si los que se oponen a Francisco son mayoría, pero tienen más poder y desde hace años controlan la Conferencia Episcopal de Estados Unidos”, indica Dawn Goldstein.
Estos ultraconservadores defienden puntos de vista restrictivos sobre temas como la sexualidad, el matrimonio entre personas del mismo sexo, el control de la natalidad y el aborto.
Y, aunque tradicionalmente apoyan la autoridad papal, desde hace años han elevado sus críticas al jefe de la Iglesia por enfoques que perciben como demasiado liberales, especialmente en lo que respecta a la inclusión y la adaptación a las realidades sociales contemporáneas como el trato a la comunidad LGTBI.
También difieren de Francisco en asuntos como el cambio climático, la inmigración, la justicia social, el control de armas y la pena de muerte.
Goldstein explica que se trata de un grupo muy poderoso, con apoyos en el mundo empresarial y que controla una vasta red de medios de comunicación en los que amplifica sus ideas y sus críticas al Papa.
“Han estado trabajando durante muchos años, particularmente en Estados Unidos, para que sus medios sean los altavoces de los católicos y para que su narrativa sea la narrativa autorizada”, afirma la teóloga.
Argumenta que, entre otros asuntos, el siempre polémico tema del aborto ha jugado un papel fundamental a la hora de radicalizar a las élites católicas estadounidenses.
Mientras la Iglesia católica en su conjunto se declara “pro-vida” o antiabortista, en el Partido Demócrata estadounidense se ha consolidado la posición ideológica favorable al derecho a elegir de las mujeres.
Esto, según Goldstein, ha permitido al conservador Partido Republicano posicionarse como el defensor de los católicos y erigirse, con el apoyo de los obispos ultraconservadores, como el principal aliado político de la Iglesia, favoreciendo que ambas instituciones alineen sus posiciones ideológicas y morales.