junio 6, 2024

Las familias de un guatemalteco y un venezolano que fallecieron en el incendio en Ciudad Juárez contaron acerca de lo que los llevó a movilizarse hacia los EE.UU.

Dos veinteañeros ilusionados parten de pueblos latinoamericanos lastrados por la marginación, en busca de un “sueño americano” que termina asfixiado por la cruda realidad de la frontera entre México y Estados Unidos.

Francisco Rojche, un guatemalteco de 21 años, y Orlando José Maldonado, un venezolano de 26, son dos de los 40 extranjeros que murieron en el incendio de un centro de detención de migrantes en la mexicana Ciudad Juárez el pasado 27 de marzo.
Francisco Rojche, Guatemala

Una semana antes, el 19 de marzo, Francisco abandonó la precaria aldea de Siete Vueltas y se marchó con su primo Miguel, de 37 años, padre de seis hijos.

Ambos perecieron en el siniestro que se desató cuando un migrante prendió fuego a colchones y los encargados del lugar no hicieron nada para sacarlos del calabozo, según dijo la Fiscalía basada en imágenes de videovigilancia. A esa celda eran conducidas las personas que no han regularizado su situación migratoria.

“Se fue por el desempleo“, dice a la AFP el padre de Francisco, Manuel Rojche.

“Se meten en la cabeza que para tener mejor futuro dicen ‘vamos a arriesgar nuestras vidas y nos vamos a los Estados Unidos‘ y al final de cuentas suceden un montón de cosas en México”, lamenta este albañil de 47 años.

Ubicado a 160 km al sur de la capital guatemalteca, Siete Vueltas es un poblado caluroso con calles de tierra. Tiene cultivos de caña de azúcar y limón, y algunos predios de pequeños ganaderos, pero pocas oportunidades para los jóvenes.

Soltero y sin hijos, Francisco era el segundo de cinco hermanos y quería trabajar en Estados Unidos para superar la pobreza, cuenta su padre.

Soñaba con comprar un terreno y construir una casa, meta inalcanzable en su país, donde 59% de los 17 millones de habitantes viven en la pobreza.

En Guatemala “trabajas mucho y ganas poquito”, afirma Rojche en su vivienda de bloques de cemento, sin puertas interiores y láminas de zinc.

Conmocionada al recordar que su hijo era muy activo y bailarín, la madre de Francisco, Rosario Chiquival, tuvo que ser atendida por otros familiares, atestiguó la AFP.

“Estaba desesperado por la necesidad del dinero, no alcanzaba. Tomó una decisión, pero lamentablemente […] no llevó a cabo el plan que él había hecho“, agrega el padre al romper en llanto.

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