Lucile Randon era la persona más anciana del mundo (de la que se tiene un registro claro) cuando murió en enero a los 118 años.
Su historia sigue siendo una excepción, dado que la expectativa de vida promedio en el mundo es de 73,1 años.
Las personas ahora viven más años y se espera que a mediados de este siglo la longevidad promedio supere los 77, según proyecciones de las Naciones Unidas.
Sin embargo, cada día que pasa las personas viven más años y se espera que a mediados de este siglo la longevidad promedio supere los 77, según proyecciones de las Naciones Unidas.
Así como está subiendo la expectativa de vida, también está bajando el nivel de nacimientos, lo que nos convierte en una población cada vez más envejecida.
El mundo ya está habitado por más personas mayores de 65 años que por menores de cinco años, aunque la situación varía muchísimo de un país a otro.
Mientras en Mónaco la expectativa de vida es de 87 años, en la República del Chad, un país pobre ubicado en África Central, es de apenas 53.
Después de Mónaco, el ránking de expectativa de vida es seguido por las regiones administrativas especiales chinas Hong Kong y Macao, mientras que el cuarto lugar está en manos de Japón, que es el país más longevo entre las potencias mundiales.
La lista la completan Liechtenstein, Suiza, Singapur, Italia, Corea del Sur y España, según el informe de Perspectivas de la Población Mundial de la ONU.
Dejando fuera las pandemias y las guerras mundiales, la esperanza de vida ha aumentado de manera constante a nivel global durante los últimos 200 años con el desarrollo de vacunas y antibióticos, mejores medicamentos, saneamiento, comida y condiciones de vida.
“Decisiones inteligentes”
Aunque la genética es uno de los factores más determinantes, una mayor longevidad suele estar también asociada a las condiciones de vida del lugar donde nació una persona y a sus decisiones como individuo.
No solo se trata de tener acceso a un mejor sistema de salud y una mejor alimentación, sino también a lo que los expertos llaman “decisiones inteligentes” en cuanto a tener una dieta balanceada, dormir suficiente, controlar los niveles de estrés o hacer ejercicio.
Los países que forman parte del ranking con la mayor expectativa de vida tienen algo en común: un alto nivel de ingresos. Pero hay otra cosa que los une: el tamaño.
Patrick Gerland, jefe de la Sección de Estimaciones y Proyecciones de Población de las Naciones Unidas, advierte que en la lista hay países como Mónaco o Liechtenstein que, al ser tan pequeños, no representan realmente a una población más diversa como la de otras naciones.
“Parecen países excepcionales, pero en realidad son una especie de población artificial. No es una combinación aleatoria de personas como ocurre en otras partes del mundo”.
“Lo que comparten es un alto nivel de vida, acceso a buenos servicios de salud y educación, pero no es una selección al azar”, dice Gerland en diálogo con BBC Mundo.
Las diferencias se pueden ver entre países y también al interior de un mismo país. Donde hay más desigualdad, aumenta la brecha de esperanza de vida entre los grupos sociales.
“Muchos de los países escandinavos, por ejemplo, son sociedades más igualitarias y con una mayor expectativa de vida”, agrega.
Las zonas azules o “paraísos de longevidad”
Las zonas azules son poblaciones muy pequeñas donde la gente vive mucho más tiempo que el resto de las personas.
Hace un par de décadas el demógrafo Michel Poulain y el gerontólogo Gianni Pes se dedicaron a indagar en qué lugares del mundo vivían las personas de mayor edad.
Trazaban círculos en un mapa con un grueso marcador de color azul en los pueblos o ciudades donde las personas llegaban a los 100 años de vida.
Así fue que notaron que una de las partes del mapa teñida de azul era la región de Barbagia, en la isla italiana de Cerdeña, y terminaron llamándola “zona azul”. Desde entonces, el nombre quedó asociado a los lugares en que los habitantes gozan de una extraordinaria longevidad en buenas condiciones de vida.
A partir de este estudio, el periodista Dan Buettner reunió a un equipo de expertos para buscar otras comunidades donde se repitiera el mismo fenómeno.
Como resultado, encontraron que, además de Cerdeña, existían otras cuatro zonas azules: la isla de Okinawa en Japón, la localidad de Nicoya en Costa Rica; la isla de Icaria, en Grecia; y la comunidad adventista de Loma Linda, en California.
No cabe duda de que el privilegio genético es indispensable para vivir más años conservando la mayor parte de las facultades físicas y mentales.
Pero el grupo de científicos (integrado por médicos, antropólogos, demógrafos, nutricionistas, epidemiólogos) se preguntó qué otras cosas estaban influyendo en las zonas azules. Y se fueron a viajar por distintas partes del mundo.
Unos años después, Buettner publicó en 2008 su libro “Las zonas azules: lecciones para vivir más de la gente que más ha vivido” y a partir de ese momento se dedicó a desarrollar este concepto.
Sin embargo, no todos están de acuerdo con los planteamientos del autor, pues consideran que muchas de sus afirmaciones están basadas en observaciones, más que en estudios científicos de largo alcance.
¿Qué tienen en común las zonas azules?
Buettner y su equipo encontraron algunos patrones comunes en las comunidades estudiadas que teóricamente podrían explicar por qué esas poblaciones tienen una mayor longevidad y mejor calidad de vida que el resto del mundo. Entre ellas están las siguientes:
Tienen un propósito de vida: un “ikigai”, palabra japonesa que se usa para referirse a las “razones de ser” o más precisamente, las razones por las que nos levantamos cada mañana.
Cultivan los vínculos familiares.
Reducen el estrés interrumpiendo el ritmo normal de la rutina para dar paso a otras actividades que forman parte de los hábitos sociales comunes. Por ejemplo, dormir la siesta en las sociedades mediterráneas, rezar en el caso de los adventistas, celebrar la ceremonia del té para las mujeres en Okinawa.
Comen sin llegar a la saciedad: solo hasta el 80% de nuestra capacidad en un momento dado.
Tienen una dieta balanceada que incluye muchas verduras, legumbres y frutas.
Consumen alcohol moderadamente.
Hacen actividad física regular como parte de las actividades cotidianas, como por ejemplo, caminar.
Tienen un fuerte sentido de comunidad y participan en círculos sociales que promueven comportamientos sanos
Forman parte de grupos que cultivan la fe o la religión
Todo esto en un contexto que incluye, entre otras cosas, un clima amable, naturaleza prolífica, alimentos sanos y sabrosos al alcance de la mano, vida en comunidad, lejanía de los grandes centros urbanos.
Aunque para ser parte de una zona azul tienes que haber nacido en ella y ser un miembro activo de esa comunidad, es posible que algunos de esos patrones recurrentes puedan resultar útiles para quienes están interesados en vivir más y mejor.
No estar solos
Más allá de las restricciones económicas o de tu mapa genético, algunas de las claves a las que se les ha prestado menos atención, dicen los expertos, es a la manera de relacionarse con otras personas y a encontrar un propósito en la vida.
Esto, que podría parecer sencillo, es uno de los grandes desafíos para quienes están interesados en tener una mejor calidad de vida por mucho tiempo.
Especialistas como Luigi Ferrucci, director científico del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, sostienen que los adultos mayores saludables tienden a permanecer físicamente activos, pasan tiempo al aire libre y tienen fuertes conexiones con sus amigos y familiares.
Donde los expertos no han logrado ponerse de acuerdo es sobre cuánto influye la genética y el estilo de vida de una persona en la longevidad.
Algunas investigaciones sugieren que la genética representa alrededor del 25% de la longevidad, mientras que el resto se relaciona con factores como dónde vive una persona, qué come, con qué frecuencia hace ejercicio y su sistema de apoyo a través de amigos o familiares.
Sin embargo, el peso de la lotería genética en una vida más larga y más saludable sigue siendo tema de debate en la comunidad científica.