junio 5, 2024

Comer uvas, saltar las olas o salir a la calle con una maleta vacía son algunos de los ritos que los latinos utilizan para empezar bien el año, pero también la gastronomía y las tradiciones familiares en Navidad conforman su identidad.

La calle está iluminada, los escaparates se llenan de color; cuelgan guirnaldas y luces de las fachadas de edificios. Una puerta adornada con una corona de pino se abre. En el interior de la casa, una mesa exhibiendo sobre ella un pavo y, a su alrededor, los comensales, miembros de una familia que se han reunido como todos los años en las mismas fechas. Las llamas de una chimenea caldean el cuadro mientras en el exterior nieva. Un árbol de Navidad, con una estrella en lo alto, se alza en una esquina del salón con regalos a sus pies.

Es la típica estampa navideña. Sin embargo, en países latinoamericanos lo típico admite variaciones. De la postal que hemos descrito nos sobra la nieve y la chimenea, inútiles en verano. En Brasil, incluso, se cambia el calor de las llamas por la brisa marina. La celebración se lleva a cabo en la playa mientras se disfruta de fuegos artificiales, aunque esto es más propio de Nochevieja.

En cuanto al menú navideño, no es tan distinto de un lugar a otro. La comida cobra gran relevancia en estas fechas porque, como dicen los mexicanos, “hay que agasajar al invitado empezando por la panza”. Muchos países latinoamericanos son herederos de las tradiciones de los españoles o de los estadounidenses. Así que no falta el pavo (o “guacalote” como se le llamaba originariamente en náhuatl, de huexolotl), el jamón o el lechón en las casas más pudientes.

El punto de unión de todas las clases sociales son los tamales, que consisten en una masa de maíz rellena con carne de cerdo, huevo, arroz, zanahoria y otros vegetales, envueltos en hojas de plátano, imprescindibles en toda mesa costarricense o mexicana.

La hallaca es la opción de los venezolanos, un bollo de maíz relleno de diferentes carnes o frutos. En El Caribe son típicos los pasteles de arroz. Y Argentina adereza la carne con su particular salsa “chimichurri”.

De postre no faltan los turrones, las frutas azucaradas, las almendras o las “rabanadas” en Brasil. Éstas son un pedazo de pan bañado en leche y huevo, fritas y regadas con azúcar y canela.

Y si la comida es abundante la bebida se ingiere en las mismas cantidades. Se brinda con champán o sidra por una Feliz Navidad al grito de “Salud”. En Panamá y Chile se combate el calor con una variada oferta de ponches que mezclan vino con frutas.

Los villancicos son la banda sonora, por excelencia, de estas fiestas; o los “Christmas Carol” en EE. UU.

Cuba es quizás el país con menor celebración de Navidad. El régimen comunista había borrado el día festivo de Navidad de su calendario en 1969, pero se recuperó oficialmente en 1998 tras la visita del Papa Juan Pablo II.
Agradable visita

Y a las doce de la noche, tras la cena, todas las casas reciben una visita de un anciano regordete, Santa Claus, Papá Noel o San Nicolás. Reparte regalos para niños y mayores transportado por su trineo volador y sus nueve renos, que en EE. UU. son casi tan famosos como él.

En Chile, el “Viejito Pascuero” es el que se mete por las chimeneas y reparte regalos. En lugar de ir en bañador, lo más normal atendiendo a la temperatura, lleva la misma indumentaria que el Papá Noel del Polo Norte: un traje rojo y un gorro de nieve. Así que el “Viejito Pascuero” no cesa de sudar y cada año adelgaza varios kilos.

Es curioso en EE. UU. el esmero con el que se envuelven los regalos. El envoltorio adquiere casi tanta importancia como el regalo en sí mismo. Se organiza un concurso nacional que premia al regalo mejor envuelto.
¡Feliz año!

La celebración empieza también con comida, sigue con más comida y de postre…¡bebida! Esta cena tiene un carácter más festivo que la Nochebuena, aunque también se suele preparar grandes banquetes para disfrutar con los más allegados.

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